lunes, 18 de julio de 2016

El botijo


¿Qué es un botijo? Pregunta tonta, o no tanto, porque seguro que mucha gente con menos de 20 años no ha visto ninguno en su vida. Ya no hay botijos en las casas urbanas, por la sencilla razón de que hay frigoríficos. Porque ése fue el gran enemigo y exterminador del botijo: la electricidad y los frigoríficos. Antes, el agua fresca era algo que sólo se podía conseguir con el milagro que se producía dentro de esas vasijas de arcilla con dos pitorros: uno más ancho para rellenarlo, y otro más fino para beber a chorrete por él. ¡Sin chupar, ojo, que el botijo se comparte y no es cuestión de beberte las babas de otros!

El botijo enfría porque el calor exterior hace que el agua se evapore a través de la arcilla, que es porosa. Y en ese proceso de evaporación, el agua que queda sin evaporarse, se enfría. Tanto que puede ponerse 10 grados por debajo de la temperatura ambiente. Digamos que es como si el agua para evaporarse usará el calor de la propia agua, y dejara sólo agua fría dentro. O sea, que si fuera hace 35 grado, el agua del botijo estará a 25, lo cual no está nada mal.

¿Sólo para agua? Pues sí, es lo suyo. Salvo fiestas patronales y juergas varias, en el botijo sólo se bebe agua. Porque es un invento muy, muy antiguo, y en esa época no había más que agua. Bueno, había más cosas, pero para trabajar en el campo, no era plan de llevarse vino o cerveza...

Aunque se podría echar en un vaso, del botijo se bebe a chorro. El botijo no es personal, es de todos los que viven en la casa, y si viene alguien, también puede echar un trago si viene muerto de calor. Ese carácter de compartir es una de las cosas buenas del botijo. Y que la sociedad individualista y egocéntrica que tenemos no valora. ¿Por qué no hay un botijo en las oficinas, en lugar de las botellitas de plástico en cada mesa, que terminan calentorras al cabo de un rato? Ir a beber al botijo sería una forma de estirar las piernas y charlar un poco con el vecino… Habría que darle un pensamiento.

Ha habido botijos desde épocas ignotas, desde la antigua Mesopotamia. Sería una pena perder un invento tan ingenioso y tan sostenible, ahora que tan de moda está esa palabreja…

Reconozco que no tengo botijo en casa, pero... ¡todo se andará! 

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